miércoles, 25 de noviembre de 2009

Mauricio es Pro (Quilmes)


La pelota baila hacia un costado de la red, siempre hacia un costado. No reconoce su GPS el bombazo al medio. Siempre va en busca de los rincones donde las arañas se dedican a tejer. La pícara vence la mano del arquero, el grito del relator precede al gol. El grito del relator precede a la locura colectiva. Esa mano no quiere genuinamente arruinar con su crayón esa obra de arte. La pelota ya duerme en un ángulo mientras su autor intelectual hace un gesto de búsqueda hacia la platea. La pelota y el botín en una comunión única meten una charla con Dios y baja indómitamente sobre la espalda del Uno que se quiebra pero que no se pierde una nueva obra de arte. La empuja otro, la asegura el diez, pero la autoría es del siete bravo de Quilmes. La pelota, el botín y la red se unen para darle vida a Quilmes, para ubicarlo en un lugar de privilegio, en zona expectante, en búsqueda de aquello que se creía perdido. Por obra (sobre todo obra) y gracia de Mauricio Carrasco, el goleador del equipo, el que define con la parte interna siempre, el que no conoce de bombazos. Sí, Carrasco transformó su fisonomía de segunda punta en chapa de goleador e ideólogo de la gesta. En una gesta que ya sabe de ocho invictos y tres victorias consecutivas.
Mauricio es Pro. Excluido de las internas que acarrean al jefe porteño, no le hablen del Fino Palacios, Chamorro, de las escuchas, de Ciro James o del cuñado parapsicólogo. Carrasco es PROQUILMES, y la está pasando mucho mejor que su tocayo político y tiene un consenso popular que el propio Macri envidiaría tras dos años de gestión.
El equipo de la gente. Es tan difícil descifrar la mente de Bianco como la fórmula de la Coca Cola, van por ese mismo camino. Desde la seguridad de que Chaucha se confiesa en no buscar un once ideal, cada partido parece ser una nueva zaga de Indiana Jones. Porque José hace uso y abuso de su laboratorio a la hora de pensar en el rival. O parece que es así, aunque el técnico no lo confirme. Por eso el diagrama de 3 defensores (orquestados y acomodados) cuatro volantes (con la extraña inclusión de Seri; se preveía Guzmán) y tres puntas. Para una defensa rival con tres, hay que ir a atacarlos con tres; Carrasco-Lentini-Sava. Un gol de cada uno, una perla más de Carrasco para embuchar de a tres, el tercero en forma consecutiva tras justamente dos años. Y eso que se le pedía a Bianco, de ir al frente, de salir a matar al rival y no darle 45 minutos de gracia, se cumplió. Porque más allá de lo filosófico de la cuestión en cuanto al esquema, Quilmes potenció en cancha lo que se preveía desde las planillas. Se lo devoró, tuvo posesión de balón, juego asociado, sumado a la entrega y la actitud que venían validando los puntos, no el juego. Una de las expresiones manifestadas tras el deambule de Quilmes por el campeonato, es sí estábamos en presencia de un conjunto con tinte protagonista, y en parte, la tabla de posiciones validaba la teoría. Se llegó a conjeturar que el partido ante Aldosivi había sido un espejismo. Bueno, parte de razón hubo en el análisis. Y Bianco era tan responsable en ese momento como lo es en este. Pero el crédito comenzaba a devaluar y la paciencia de Quilmes es exigua en esta guerra contra el duelo del descenso. Bianco evitó los fantasmas y le dio al Cervecero la pilcha que nunca debió sacar del placard. Por eso el smoking de Mendoza se validó el lunes en el Centenario. El hincha se merecía algo así, en tiempo y forma. No en el epílogo de los torneos, en los humos finales de temporada.

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