viernes, 10 de julio de 2009

La vida por los colores


Que lejos nos parece que ha quedado el sentido de pertenencia en los clubes. Porque definitivamente, se vive de esa manera, para que la vida pase rápido, a toda velocidad, sin pensar para qué. Por nunca entendemos que sentido tiene ir esquivando cosas para llegar a una meta que nunca alcanzaremos, porque definitivamente, ese meta no existe. Vamos tras algo siempre, sin pensarlo y en eso se nos va la vida sin disfrute, sin reposo, sin remanso, con mas pena que gloria. Porque el regocijo, está siempre en las pequeñas cosas, o en aquellas que quizá parezcan insignificantes. Por eso cuando perdemos la pertenencia, perdemos mucho más que algo a lo cual estar aferrado. Es que no imagino mi vida sin el fútbol, sin mi club, sin mi partido de todos los fines de semana, sin la televisión o la radio al servicio del cardiólogo. Denme de esa droga que la necesito, que me hace bien, que es mi remanso por más que parezca que el mensaje suene tremendamente contradictorio. Y ese papel es el que vino a jugar Quilmes en mi vida, por obra y gracia de la naturaleza, las frustraciones han hecho de mi algo hermoso, como un espaldarazo a esa realidad con la que cargamos nuestras horas. Y en eso de la pertenencia, del fulbito de potrero hasta altas horas de la noche, he comprendido que en mayor o menor medida el club me necesita, aunque yo más. Y ellos, colmados de rondas acunadas, con tobillos maltrechos y pariendo el coraje, me llevaron a obtener ese bonus track perdido, el del sentido de pertenencia. Y volví a creer que se puede, que restarle un par de horas a la familia es un tema, pero por Quilmes lo vale. Que ofrecer a la institución centenaria un sin fin de cosas sin pedirle nada no lo garpará ninguna tarjeta dorada. Y se me viene a la mente la historia del uruguayo Abdón Porte, aquel volante central defensivo de Nacional de Montevideo, gloria eterna del Bolso, que cuando le dijeron que ya no formaría parte del primer equipo, se pegó un tiro en el medio de la cancha del Parque Central que lo había cobijado campeón en un sin fin de oportunidades. Y lo encontró un perro, el de Severino Castillo, el canchero del estadio, mientras de fondo aún podía escucharse el aliento de sus más fieles seguidores. Pertenencia señores, eso sí que es querer algo. Demasiado quizá para la ocasión, pero quién le va a discutir algo. Y sin ir tanto al fleje, esta gente se mueve y la va pariendo, como todas las cosas en los clubes. Pero que valor más grande te llevas al sobre de madera que haber intentado algo por tu club. No te lo saca nadie. Porque esperas ser abuelo para contarselo a tus nietos. Y ellos, intentando desde afuera comenzaron a marcar un rumbo que todos consideraban imposible. Y son la enjundia en si mismo. Y no los doblan y no hay viento sonda que los pueda voltear. Muerden el polvo pero se lo tragan. Se levantarán una vez más para derrotar el ostracismo y sin intentar reinar, pertenecer. Que señores, es muchísimo. A los Socios Cerveceros, el reconocimiento por los servicios prestados y las gracias por devolverle al hincha algo que parecía perdido. Aquellos que quieran deberán hacerlo, porque el club siempre te necesita. No hagamos vedetismo porque sino el club perderá lo más genuino de si mismo que son los hinchas. Y ganarán los oportunistas de la desesperanza y será una historia de una calesita que gira siempre al mismo compás. A los Socios Cerveceros, gracias por la pertenencia. Porque poco es mucho, y pertenecer siempre tiene sus privilegios…

1 comentario:

Gustavo dijo...

Fede, como en todas las gestas, siempre se necesitó de la pluma para empujar los cambios, y tus escritos llenan el vacío sordo, complice y acompañan las ganas de un cambio necesario en Quilmes.
Un maestro Fede, nuestro Osvaldo Soriano!